En un año caracterizado por las noticias económicas –nunca antes se había oído, y hablado, tanto sobre la prima de riesgo-, por los constantes cambios normativos y la sucesión de disposiciones imponiendo más y más ajustes, la -de momento- última reestructuración del sistema tributario la encontramos en el Real Decreto Ley 20/2012, de 13 de julio, de medidas para garantizar la estabilidad presupuestaria y de fomento de la competitividad.
Los cambios que más repercusión han tenido –por afectar tanto a particulares como a empresas- son los que se refieren al IVA, cuyos nuevos tipos impositivos entrarán en vigor el próximo sábado día 1 de septiembre. No se trata solo de que estos hayan aumentado – el general del 18% ha pasado al 21%, y el reducido del 8% al 10%-, sino que algunos bienes y servicios que tributaban al reducido pasan a hacerlo al general.
Pero además del IVA, el mencionado Real Decreto Ley afecta al IRPF –con la elevación del tipo de retención aplicable a los servicios profesionales o la eliminación de la deducción por adquisición de la vivienda habitual- y al Impuesto de Sociedades. En relación a este último, algunas medidas se establecen con carácter indefinido – como las limitaciones a la deducibilidad de los gastos financieros-; otras –compensación de bases imponibles negativas o incremento del importe de los pagos fraccionados en determinados casos-, se aplicarán al presente ejercicio y al siguiente; y, por último, se introduce un gravamen especial sobre determinadas rentas de fuente extranjera que solo será de aplicación en el ejercicio actual.
Para tener una visión más sistematizada y ordenada sobre estas disposiciones traemos a esta entrada el enlace a la página web de la Agencia Tributaria que contiene sendas notas sobre las principales novedades, los tipos impositivos del IVA y aclaraciones a cuestiones que las mismas suscitan. Asimismo, destacamos la Resolución de la Dirección General de Tributos de 2 de agosto pasado en el que se clarifica el tipo impositivo a aplicar a determinados productos y servicios.
A la espera de saber si finalmente será al consumidor a quien le salga todo más caro – algunos sectores empresariales se están planteando asumir el coste que esa elevación supone para tratar de incentivar el consumo- lo cierto es que cuestiones tan básicas como equiparse para el inicio del curso escolar, tomarse un café o cortarse el pelo, costarán más.