El próximo día 20 de Diciembre se celebrarán elecciones generales en España. Esta ocasión presenta una diferencia fundamental con otras convocatorias anteriores. Hemos pasado décadas con un panorama electoral dominado por dos opciones mayoritarias, PP. Y PSOE, acompañadas por grupos mucho menores en número. Hoy, sin embargo, las encuestas anuncian resultados muy diferentes, con el voto disperso entre, al menos, 4 grandes opciones, PP, PSOE, Ciudadanos y Podemos, a las que hemos de añadir un amplio abanico de otros actores: Izquierda Unida, partidos nacionalistas, UPyD, opciones ecologistas, Candidaturas de Unidad Popular, etc…Parece claro, en cualquier caso, que no será posible un gobierno unitario, y que el pacto va a resultar inevitable de cara a la formación de un nuevo ejecutivo.
Porque, aunque las encuestas resultan a menudo desmentidas por la realidad de los votos, es poco probable que la imagen que presentan difiera tanto de lo que será la realidad parlamentaria tras la cita electoral como para que una fuerza se pueda hacer con la mayoría absoluta del Parlamento.
La crisis económica y sus consecuencias, la aparición constante de casos de corrupción en los partidos que tradicionalmente han dominado el panorama político, y muchos otros factores, han servido de combustible que ha impulsado el ascenso de nuevas opciones. La oferta de promesas electorales se ha poblado de nuevas propuestas, muchas de ellas contradictorias, y de dudoso cumplimiento, que van desde la omnipresente reforma constitucional, hasta el establecimiento de programas de ingresos universales, o la refundación de la democracia.
Nuestro país ha sufrido, en estos últimos años, uno de los episodios más difíciles, económicamente hablando, de su historia. Y la situación, aunque ha mejorado, está lejos de resolverse. Desde inicios de siglo, la entrada de dinero, fruto de un endeudamiento creciente, alimentó un bienestar ficticio. La crisis financiera internacional interrumpió bruscamente esa entrada de dinero y puso de manifiesto la debilidad general de la economía, hundiendo a los actores más débiles del sector financiero, y arrastrando a numerosas empresas a la bancarrota. Las consecuencias inevitables en términos de desempleo fueron inmediatas. Gracias a muchos factores, estamos empezando a recuperar bases sólidas sobre las que construir el futuro. Nuestras empresas salen más al exterior, y las exportaciones aumentan, lo que redunda en mejoras en el terreno del empleo, aún muy modestas. El buen comportamiento de los precios del dinero y la energía actúan a nuestro favor. Pero para poder pagar la inmensa deuda acumulada (pública y privada), es necesario seguir siendo competitivos, impulsando la reindustrialización y mejorando la eficacia de nuestra economía, reduciendo en todo lo posible, las incertidumbres.
Sea cual sea el resultado electoral, debemos recordar a nuestros representantes, lo importante que es no deshacer, sin más, todo lo que ya hemos avanzado.